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El final de la diáspora o para este viaje no hacen falta alforjas

En nuestra ciudad, allá por el año 1955, se celebro en el mes de Julio el Campeonato del Mundo de la Clase Snipe.

 

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Los Mundiales, que ahora son tan habituales en nuestras abundantes costas, en las que por cualquier motivo se monta uno con este nombre, por aquel entonces eran algo impensable, un evento casi extraterrestre para un país que estaba saliendo un ostracismo internacional.

Con motivo de aquel importantísimo evento el Marítimo solicito una concesión, a la por aquel entonces Junta de Obras del Puerto, para construir una nave para que los Snipes invernasen en la larga temporada de inactividad que iba en nuestra ciudad de Septiembre a Junio; para que en su interior las embarcaciones de vela ligera no estuviesen expuestas a las duras inclemencias invernales, las que también por aquellos tiempos afectaban considerablemente a la cornisa cantábrica.

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Durante muchísimos años esta nave, que en el argot náutico santanderino, se llamo, y se conoció, desde un principio como “El Casetón” cumplió con sus funciones de almacén. Siendo además el Aula Magna para todas las generaciones que practicaron la vela en Santander desde su construcción en el 55 hasta su desaparición en el 91.

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En el año 1988 el Casetón sufría un abandono tan severo que se llego a prohibir la entrada en el mismo por amenaza de ruina. Aun así , seguía siendo el lugar de almacenaje de la vela ligera del lugar y donde unos pocos locos acudían para poder practicar la vela.

Por aquel entonces, la Federación Cántabra de Vela presidida por D. Jesús Mora Cospedal solicito a la Española, que dirigía D. Arturo Delgado, la construcción en nuestra ciudad de un centro de Vela, pues el que se había abierto en la Isla de la Torre, y que había costado más de 10 años de arduo trabajo el hacerlo, y que dirigía con gran acierto hacia ya mas de dos la Federación Cántabra, por cuestiones políticas, ajenas completamente a la práctica de la Vela, le fue arrancada a esta su gestión por la Consejería de Cultura, pues acababan de aterrizar las Autonomías en nuestro País y la nuestra había recibido hacia poco la trasferencia de Deportes. Siendo modificada por dirección de Deportes la función que venía desarrollando la FCV en dicha Escuela de Vela.

Tras acoger favorablemente esta petición la RFEV, y nuevamente tras varios años de lucha, intrigas y problemas burocráticos, esta consiguió arrancar,- lo que no fue nada fácil,- al Consejo Superior de Deportes el compromiso para construir un Centro de Alto Rendimiento de vela en Santander, pero para ello se necesitaba un espacio donde poder edificarlo.

La cuestión no era baladí, pues había pocas posibilidades de encontrarlo.

En este ínterin, se intrigo, se presiono, y se manipulo mucho, muchísimo, para que el Car de vela se ubicase en Laredo o en país Vasco, en donde proporcionaban el terreno necesario sin ningún tipo de problemas. Lo que animaba al Consejo a tirar la toalla por la ubicación del centro en Santander.

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Esto estuvo a punto de suceder a no ser por la constancia de las instituciones federativas y del Ayuntamiento Santanderino, el que se implico totalmente en el proyecto, que conto desde un principio, con la aprobación del la Junta del Puerto.

A todas estas el “Casetón”, una ruina total por aquellas fechas, con muy pocos años ya de concesión en su haber, seguía almacenando las embarcaciones de vela ligera de la ciudad, de una forma precaria y peligrosa, cumpliendo a pesar de ello con la función para la que fue construido.

Ante esta realidad en el atascamiento del proyecto, que por falta de terreno para ser ubicado, se encontraba en vía muerta, y con escasísimas posibilidades de llevarse a cabo, la FCV y la RFEV realizaron una petición al RCMS para que cediese la concesión del “Casetón”, -con el Visto Bueno de la autoridad Portuaria-, para ubicar el Car en la concesión ocupada por ese edificio.

Tras muchas indecisiones, el RCMS cedió sus derechos sobre la concesión, -sin pedir contraprestación alguna por ello-, para que se pudiese edificar el Car de vela en su hasta entonces concesión.

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Con motivo de esta renuncia en el año 1989, el día 16 de noviembre la RFEV y la FCV, - de motu proprio, y sin que mediase petición alguna por parte del RCMS-, emitieron un documento en estos términos: “ Como consecuencia de la renuncia del Real Club Marítimo de Santander a la concesión del casetón de Puerto Chico, la Real Federación Española de Vela y la Federación Cántabra de Vela autorizan al uso y disfrute gratuito de las futuras instalaciones del C.A.R. por parte de los socios federados, en cuanto al almacenamiento de barcos en espacio cubierto, así como también a los barcos de servicio del club y a preveer en dichas instalaciones de un pañol de 25 m2 aproximadamente para uso del Club”.

Esta magnífica oferta de la RFEV, en la que los socios federados estaba autorizados al uso gratuito de las instalación en cuanto al almacenamiento de los barcos de los socios federados en espacio cubierto nunca fue solicitado por el RCMS -y mucho menos ejecutado por la RFEV-.

La vela ligera del Marítimo, cuando “el Casetón” desapareció y a pesar de lo magnánimo de la oferta realizada por la RFEV a la entidad, comenzó un peregrinar por varias instalaciones del dique de Gamazo, hasta que al fin mantuvo a las embarcaciones de vela ligera de sus Socios en la explanada del espigón de la Tolva, en donde monto unas “instalaciones provisionales”, tal y como indicaba el texto que tenía el Contenedor colocado al efecto de almacén en el espigón.

Estas instalaciones “provisionales” duraron más de 12 años, durante los cuales los “botellones” y otros pormenores, no menos importantes, como la quema una noche de una embarcación allí depositada, fueron deteriorando tanto a los barcos como a las voluntades de salir a navegar de sus dueños.

Cuando la Junta del Puerto decidió que el espacio que ocupaba la vela ligera del Marítimo en el espigón tenía que ser un espacio abierto para la ciudadanía,- que lo fue siempre, sobre manera con los botellones-, para el uso y disfrute de la misma, el Marítimo entablo conversaciones con la RFEV, que por esas fechas era la única entidad que regia el CAR, pues el Ayuntamiento, que había sido un ente decisivo en la construcción del Car, había abandonado la gestión del mismo hacia ya algunos años.

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La RFEV sin mencionar para nada el documento del año 89 deja, por el pago de una pequeña cantidad, a la vela ligera del Marítimo un espacio en la bolera del dique de Gamazo para que pudiesen ubicarse las embarcaciones en él.

Esta situación se mantuvo durante dos años aproximadamente.

Hace unos tres años, tras una remodelación de las instalaciones del Car por una ampliación del mismo, en la que doblo su volumetría y consiguió la cesión por parte de la Junta de los antiguos Talleres de la JOP con su espacio exterior, la RFEV llego a un acuerdo con el Marítimo, por el cual arrendaba a este una porción de espacio en la explanada y una parte de una de las nave de los antiguos talleres portuarios.

Con este acuerdo la flota de vela ligera que estaba en la bolera del dique pasó, o mejor dicho les obligaron a pasar, a ocupar parte de la explanada que esta junto a las naves.

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Esto trajo consigo el primer problema serio que sufrieron las frágiles embarcaciones de vela ligera en su diáspora desde la desaparición del “Casetón”, cuando en un temporal del SW, la mayor parte de ellas, ante la falta de preparación de la explanada para este tipo de problemas, voló por los aires produciéndose importantes daños en las mismas.

Pero no solo esto padecieron los sufridos deportistas de vela ligera, sino que el cambio de sitio también trajo consigo un aumento desmesurado de las cuotas por almacenaje al aire libre, las que variaron de los 43,71 euros al trimestre que pagaban por ello cuando estaban en la bolera, a 116 euros por el mismo periodo, para embarcaciones dobles y 162,40 euros para embarcaciones grandes (de vela ligera) en la nueva ubicación, lo que suponía unos incrementos en el precio del almacenaje que van desde el 165,38% y el 271,53 %.

Subidas que nada tenían que ver con el incremento del IPC con que se suben las cuotas, y que para ese año fue del 2,4%. Eso a pesar del documento existente, de cesión gratuita de almacenamiento en espacio cubierto, por parte de la RFEV a los socios federados del RCMS.

Durante el periodo de negociaciones del Marítimo con la RFEV se le hizo ver la existencia del documento que esta había entregado en su día a la entidad, para que con él defendiese los derechos de sus Socios. Ante este hecho, se manifestó que desconocían dicho documento, por lo que se hizo llegar una copia del mismo.

A pesar de este documento, y ya en su poder, se firmo un acuerdo con la RFEV por el que los Socios del Marítimo no solo perdían lo ofrecido voluntariamente por la RFEV en su día, sino que pasaban a pagar unos importes en la que las subidas suponían el incremento de las cuotas en las cantidades descritas anteriormente.

Los Socios, deportistas de vela ligera federaos, han asistido como convidados de piedra a una brillante gestión, (sin duda la misma lo ha sido para la RFEV, la que con ella se ha desentendido de un acuerdo firmado y consigue además financiar parte de los gastos del Car, por aquellos a los que cedía gratuitamente el almacenamiento).

Como decía al principio para esta larga diaspora, no hacían falta alforjas.