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La odisea del Oldendorff

Luego de seis meses se liberó de los hielos el Oldendorff Ahora se dirige hacia Ciudad del Cabo

Lo ayudó la llegada del verano y el consecuente quiebre de los campos de hielo

Navega con cautela hacia tierra sudafricana

Preocupación por el abastecimiento de combustible

En la mañana de anteayer los 10.000 caballos de potencia de sus motores hicieron vibrar el casco de 21.000 toneladas del buque oceanográfico Magdalena Oldendorff. De esa forma comenzó a zafarse de los campos de hielos antárticos, que lo mantuvieron atrapado desde hace casi seis meses.

La buena noticia fue confirmada ayer por la propia tripulación del buque alemán, con la cual LA NACION mantuvo un contacto a través de la telefonía satelital del navío.

"Ahora estamos navegando despacio, a una velocidad de unos 8 nudos (casi unos 15 km/h). El tiempo mejoró, por lo que comenzó a quebrarse el mar congelado. Hay mucho entusiasmo entre la tripulación", relató el teniente de navío médico Juan Carlos Campana.

Este médico nacido en Resistencia hace 32 años decidió quedarse a bordo para asistir a los tripulantes, una vez que el rompehielos ARA Almirante Irízar logró alcanzar su difícil posición para asistirlo con víveres y combustible el 29 de julio último.

"Por lo que supe -añadió el médico de la marina argentina- todavía no hay una fecha precisa de llegada a puerto, tal vez el 22 podríamos llegar a Ciudad del Cabo. Todo depende de los informes mareológicos, meteorológicos y del aprovisionamiento de combustible."

Pudo saberse que el Oldendorff tendría planeado un reabastecimiento de combustible dentro de dos o tres días, en ocasión de tomar contacto con algún buque de bandera rusa o sudafricana que, para esta época del año, suelen realizar tareas de aprovisionamiento de las bases antárticas.

Una maniobra de riesgo

La preocupación de los tripulantes, según se supo, son los inmensos mosaicos de hielo que se mueven en forma sorpresiva con las olas, por lo que el Oldendorff navega con sigilo.

Según los especialistas, efectuar un alije de combustible entre navíos en esas condiciones entraña serios riesgos, por lo que seguramente se esperarán mejores condiciones meteorológicas y alejarse de las peligrosas "bandejas" de hielo flotantes.

El 11 de junio, el Oldendorff quedó atrapado en los hielos con 71 científicos rusos y 36 tripulantes de Alemania, India, Filipinas y Moldavia. La nave estaba aguas adentro frente a la base rusa Novolazarevskaya y sólo podía comunicarse por el sistema de radio VHF, como los que usan los radioaficionados.

Los tripulantes del buque regresaban a Ciudad del Cabo para poner fin a una campaña científica iniciada en diciembre de 2001. La nave había zarpado hacía pocas horas de la base antártica india Maitri, con una temperatura de 50 grados bajo cero y vientos que soplaban a 63 km/h.

Ante esta crítica situación y los pedidos de auxilio de rigor, casi dos semanas después llegó a la zona el barco de investigaciones con bandera sudafricana Agulhas pero, por el congelamiento del mar, sólo pudo acercarse a 330 kilómetros.

Con la utilización de helicópteros Oryx de la armada sudafricana, que despegaron de la cubierta del Agulhas, se pudo evacuar a todos los científicos y a parte de la tripulación.

En razón de que resultaba imposible que el buque alemán zafara de su encierro, es que se solicitó la ayuda a la Armada Argentina para que el rompehielos Almirante Irízar zarpara cuanto antes desde Buenos Aires para aprovisionar al Oldendorff.

El Irízar fue al rescate

Tras 25 días de navegación y más de 7000 kilómetros navegados entre tormentas con olas de siete metros, campos de hielo y temperaturas inferiores a los 24 grados bajo cero, el Almirante Irízar pudo acercarse hasta el buque alemán en la tarde del 17 de julio y así cumplió con la misión bautizada Cruz del Sur.

A partir de ese momento, luego de aprovisionar al Oldendorff debidamente, el Irízar puso su proa hacia el Norte quebrando los campos de hielo y así abrió una estela por la que navegó lentamente el buque alemán.

Trece días después, luego de tormentas de nieve, riesgosas maniobras y bajas temperaturas, el camino que se abría ya no era suficiente entre las aguas congeladas, por lo que el capitán del Oldendorff decidió suspender la maniobra para no poner en riesgo el buque ni a su tripulación.

Tras colocarlo en resguardo en una zona de hielos seguros, el buque de la marina argentina continuó su duro regreso hacia Buenos Aires, donde fue recibido con júbilo por un centenar de embarcaciones y más de 5000 personas.

Desde entonces, el Magdalena Oldendorff quedó solo, al igual que el teniente de navío Campana, que ayer no ocultó el entusiasmo por su regreso a casa: "Ya hablé con mi novia para que me compre un pasaje para viajar a Buenos Aires apenas llegue a Sudáfrica"