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Anna Corbella en la Transat 6,50

Dentro de un mes, el próximo 13 de septiembre, comenzará en La Rochelle (Francia) la Transat 6,50, una regata esencial para aquellos que comienzan en el mundo de la vela oceánica.

El reto está claro, cruzar el Atlántico en solitario, con dos etapas: entre La Rochelle (Francia) y Funchal (Madeira) y entre Funchal y Salvador de Bahía (Brasil).

Ninguna española había participado en esta regata...hasta ahora. La catalana Anna Corbella será la primera que intente cruzar el Atlántico en solitario. "Es un honor ser la primera, sobre todo si sirve para arrastrar a más chicas a este tipo de deporte. En las regatas de vela oceánica competimos en igualdad de condiciones que con los hombres".

Verterinaria de profesión, decidió dedicarse en la totalidad de su tiempo a ser una gran navegante solitaria transoceánica. Reconoce que es duro navegar sola pero no le da mucho tiempo a "comerse el coco"

El mar fue un referénte para Anna desde niña. Con tan sólo cuatro años ya navegaba con sus padres y su hermano en el barco familiar. La vela es su pasión. Empezó con un Optimist, se pasó al 420 y posteriormente al 470.
La 'Mare Nostrum', ya en crucero le marcó. "Lo pasamos mal, rompimos muchas cosas del barco y, sin embargo, tengo recuerdos magníficos de esos días. Fue entonces cuando entré en contacto con gente que navegaba en la clase Mini 6,50, la base de la vela oceánica", dice. "Descubrí un mundo fascinante que engloba muchas disciplinas, y con unos valores humanos que me han enganchado a esta forma de vivir", añade. "Llevo muy bien la soledad, mejor de lo que nunca imaginé. No me siento sola en ningún momento. Sé que la gente me sigue y eso me hace sentir acompañada aunque esté en medio del océano. El barco es muy exigente físicamente y mentalmente y no tengo tiempo de comerme el coco".
"Las condiciones en medio del océano a veces son duras, no hay agua corriente, wcr ni cocina. Nos apañamos con un cubo, sin ducha y comiendo liofilizados"

Lo mejor de este tipo de competición, según Anna, es el "espíritu mini", "la relación entre todos los participantes termina siendo como una gran familia, la rivalidad pasa a un segundo plano". Lo peor, "las condiciones en medio del océano a veces son duras, no hay agua corriente, váter ni cocina. Nos apañamos con un cubo, sin ducha y comiendo liofilizados (comida deshidratada, ultraligera y envasada en sobres preparados para vertir en agua). Eso sí, reconoce que además de este tipo de comida necesita algunos "caprichos para mantener la motivación en momentos difíciles, como un poco de jamón, por ejemplo".

Todo un reto, al que se enfrenta esta española, pero que afronta con "mucha ilusión y con el objetivo de llegar a Brasil dando el cien por cien de mí". Buena suerte, Anna.