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Mucha costa y poca pesca

Una de cada tres merluzas que se come en España aterriza en Vitoria en un vuelo directo procedente de Namibia. Pase lo que pase en los caladeros de Marruecos, el mercado español se abastece de merluza mediante puentes aéreos semanales con Namibia, Senegal, Chile y Argentina. En esos y en otros países, empresas españolas han creado sociedades mixtas que extraen pescado en caladeros lejanos, lo elaboran y lo comercializan conservado, congelado o fresco. Junto a la merluza, en los mismos aviones viajan pulpo y choco de Senegal, róbalo de Chile y pota de Argentina.

"Es impresionante ver los aviones cargados de pescado que despegan de una pista en el desierto de Namibia", cuenta Ana Gordoa. Ve partir esos aviones porque cada año viaja allí. Pertenece al Centro Superior de Investigaciones Científicas y participa en un proyecto de cooperación científica y pesquera entre España y el país sudafricano. Es bilbaína, pero asegura que "en Namibia se comen las mejores cocochas del mundo". Esas cocochas y merluzas namibias también las compra frescas cuando está en Bilbao y en Barcelona.

Antes de distribuirse por los mercados de España, la práctica totalidad del pescado sudafricano y sudamericano pasa por Vigo. Allí tienen su sede empresas como Pescanova, Vieirasa, Pereira, Oya, Puerta y otras que capturan y traen la pesca a través de sus empresas mixtas o de sus filiales. "Aunque la merluza llegue volando, Vigo sigue siendo el principal puerto pesquero del mundo", dice José Antonio Suarellanos, presidente de la Cooperativa de Armadores de Vigo. No le sorprende que Vigo tenga aeropuerto y gran parte de su pescado aterrice en Vitoria. "El aeropuerto de Vitoria ofrece mejores condiciones económicas y resulta más competitivo. A las empresas y a los asentadores les sale más barato aterrizar en Vitoria y traer la pesca en camiones hasta Vigo que volar directo hasta aquí." Una vez pasado y subastado por la lonja de Vigo, el pescado parte de nuevo en barcos y camiones hasta 2.000 clientes repartidos por España y la Unión Europea.

La cadencia de los vuelos de la merluza y otros peces se ha visto incrementada en los últimos meses a causa del aumento de consumo de pescado provocado por las epidemias de la ganadería europea. "Hemos notado un aumento de oferta de congelado, tenemos las neveras prácticamente vacías, sólo nos queda calamar, y el mercado se mueve más de lo habitual en estas fechas", explica Suarez Llanos. La capacidad frigorífica del puerto de Vigo es de casi medio millón de metros cúbicos, que mueven al año casi medio millón de toneladas de pescado congelado. De fresco llegan menos de cien mil toneladas, una cifra muy alta, aunque sólo supone un 15% del total del pescado que se manipula en Vigo.

A pesar de todo, Suarez Llanos considera que el pescado no es caro. "Los precios en primera venta se mantienen. El congelado cuesta lo mismo que hace diez años y el fresco ha subido muy poco. Otra cosa es que cuando llega al consumidor final su precio se haya disparado." También opina que la crisis pesquera con Marruecos perjudicará a la flota andaluza, pero no dejará a España sin su ración de merluza ni hará bajar al país de los primeros puestos en el consumo mundial de pescado. "La pesquen los españoles o la pesquen los marroquíes, seguiremos comprando y comiendo merluza de fuera, porque los españoles tenemos mucha costa y poca pesca."

Fueron la escasez de pesca y los continuos problemas en los caladeros del Sahara y Marruecos los que lanzaron a la flota pesquera española a imitar el modelo ruso y japonés y a partir en busca de aguas más lejanas. El proceso se inició en los años 40, cuando barcos gallegos comenzaron a frecuentar los caladeros del Gran Sol. Pero a principios de los 60, se produjo la gran revolución que supuso la aplicación del frío a la pesca. Antes de la revolución del congelado, la flota pesquera gallega sólo contaba con cientos de embarcaciones de litoral, muchas de las cuales pescaban en el sudoeste de Irlanda, mientras que una veintena de bacaladeros faenaban en Terranova.

Fue en noviembre de 1961 cuando llegó a Vigo el buque "Lemos", que fue el primer congelador de la flota pesquera española. Venía de una larga exploración en caladeros sudamericanos y traía sus bodegas repletas. En enero de 1962, arribó el "Andrade", procedente de las costas de Sudáfrica. Ambos pertenecían a Pescanova, que creó una red frigorífica propia e inició el comercio de pescado congelado. Era un producto hasta entonces desconocido en España, pero aportó al consumo la proteína de origen animal más barata del mercado. Su extensa red distribuidora y su importante comercio internacional convirtieron a Pescanova en un holding y la situaron en el primer lugar entre las empresas pesquerocongeladoras de Europa Occidental y entre las cien primeras empresas españolas.

La revolución del congelado

La aparición de la industria del pescado congelado revolucionó la pesca, la construcción naval y la comercialización de los peces. A Pescanova le siguieron otras empresas pesqueras gallegas de carácter familiar, como los Vieira, Pereira o Freire, que han creado auténticas multinacionales con compañías mixtas en África y América del Sur. Pero mientras que generaciones de familias dedicadas a la pesca tradicional se incorporaron a la revolución del congelado, otras flotas españolas no aprovecharon la oprtunidad. "El resultado es que hace muchos años que tenemos una flota pesquera sobredimensionada", resume la responsable del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

Ya en los años 70, con la ampliación a 200 millas de la zona económica exclusiva de las naciones ribereñas, las principales armadoras se vieron obligadas a crear sociedades mixtas en países africanos y latinoamericanos. Así comenzó otra etapa de crecimiento en la industria pesquera española. "En los años 70, los pescadores españoles llegaron a declarar más de 800.000 toneladas de pesca anuales en los caladeros de Namibia, y el 80% del pescado congelado español procedía de esos caladeros", recuerda Ana Gordoa. En aquellas fechas, Marruecos ametrallaba a los pescadores españoles, capturaba los barcos, encarcelaba a los marinos y exigía rescates económicos. Aun así, nunca faltó merluza en España. En aquella época, por las aguas de la actual Namibia ya navegaban pesqueros gallegos en busca de merluza y pesqueros de la Unión Soviética tras el rastro del jurel. Cuando en los años 90 Namibia se proclamó estado independiente, también exigió formar empresas mixtas para poder pescar en sus 200 millas de aguas jurisdiccionales. No hubo problema. Por entonces, en los supermercados españoles ya se habían popularizado las conservas de almejas y navajuelas chilenas procedentes del banco del Pacífico Sur, lugar de donde hoy sigue llegando el pez espada. Las empresas mixtas creadas por gallegos en Chile se ocupaban de que no faltase pescado y marisco en España. De paso, creaban allí una potente industria elaboradora y miles de puestos de trabajo.

"La pesca no sólo es el barco. Se calcula que en Andalucía genera 60.000 puestos indirectos de trabajo. A Namibia no le importa tanto el pescado ni el dinero como la creación de factorías y de puestos de trabajo que comporta", analiza Gordoa. De ahí la creación de sociedades mixtas y la colaboración en proyectos de investigación y desarrollo. Su próxima misión en Namibia: "Análisis diarios de datos de captura de toda la flota combinados con satélites...".

Una merluza fresca de Namibia tarda menos de una semana en salir del mar y llegar al plato del consumidor español. Y alguna incluso en un par de días, si el asentador la compra directamente a los pequeños pesqueros namibios. Cuando su transporte se hacía en barco y no se fletaban aviones, el mismo trayecto costaba una semana. "En España no faltará pescado fresco siempre que el consumidor esté dispuesto a pagar su precio", tranquiliza la científica. El caladero de África Austral, en la parte occidental de Sudáfrica y en frente de las costas de Namibia, garantiza el suministro de merluza, rape, rosada y pota. "Allí tampoco no se comen ni valoran las ostras, y una docena servida en los mejores restaurantes de Walvis Bay sólo nos cuesta trescientas pesetas", añora la científica internacional con sueldo de funcionaria española.

Además de aportar un tercio de la merluza que se consume en España, la plataforma continental de Namibia no presenta problemas de equilibrio ecológico ni de desaparición de las especies, como ocurre con la merluza negra de la Antártica. Allí, Greenpeace denunció la pesca ilegal de la especie "toothfish", conocida en España como bacalao de profundidad o róbalo. "Buques bajo bandera de conveniencia se dedican a la pesca pirata, perjudicando a la especie y a la pesca legal", reconoce el presidente de los armadores de Vigo.

"Oro blanco"

La pesca de merluza negra está sujeta a licencias y cuotas, tiene un límite anual de 10.500 toneladas, pero se calcula que la captura ilegal asciende a 100.000 toneladas anuales. Según los científicos, podría extinguirse en los próximos cuatro años. Debido a sus altas cotizaciones, sobre todo en el mercado japonés, allí se la conoce como "oro blanco". Eviscerado, troceado y congelado, su precio a bordo oscila entre los 6 y los 10 dólares. Pero pase lo que pase en la Antártica, esa preciada especie de merluza no faltará en España, ya que se abastece de róbalo en los caladeros de Chile y de merluza austral en la Patagonia argentina.

Aunque en esos caladeros reina la calma política y pesquera, la situación sigue complicada en aguas de Marruecos. "El problema no es que exijan mano de obra, pesqueros y factorías marroquíes, cosa que ya se hace, sino que exigen una alta participación en el capital mediante socios marroquíes y los imponen a dedo", lamentan las empresas españolas con experciencia en sociedades mixtas en otros países. "Mediante ese sistema, en lugar de colaborar en el desarrollo, se puede fomentar la corrupción y el chantaje", coinciden los empresarios y la científica Ana Gordoa, que conoce a fondo esos mecanismos. "Si las autoridades marroquíes estuvieran interesadas en el desarrollo y la colaboración, Marruecos podría ser como Namibia, un país que no tiene nada que ver con la imagen que tenemos de África. Allí casi no hay pobreza, el nivel de vida es alto, la gente es encantadora y se come un pescado excelente y una carne que parece de caza, porque las vacas caminan kilómetros y sólo comen hierba..."

Mientras, en Europa el ganado enferma y enloquece, los caladeros españoles siguen siendo insuficientes, Marruecos continúa creando problemas, y la merluza llega fresca o congelada a Vitoria, volando desde mares cada vez más lejanos.