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Misterios de los naufragios

La noche del pasado 26 de agosto el pesquero galo Le Cistude se hundió en aguas del noroeste de Francia, frente a la Isla de Sein, tras colisionar con el buque noruego Bow Eagle. De los siete hombres que tripulaban el barco, cuatro (entre ellos los vascos Manuel Vázquez y José Salabarrieta) desaparecieron, sumándose así a la larga lista de náufragos cuyos cuerpos jamás fueron recuperados.

Las autoridades judiciales francesas, que abrieron una investigación de la que los familiares de las víctimas todavía no han sacado nada en limpio, acusaron al carguero noruego de "homicidio involuntario, fuga y no asistencia a personas en peligro". Esto es todo lo que se habló de un dudoso choque entre dos embarcaciones en alta mar. Pero, como en todo, el remedio ha de buscarse en el antes, no en el después. En el eterno debate del prevenir y el lamentar.

Tras la tragedia, el personal de varias radios costeras españolas, movido por la curiosidad de qué fue lo que realmente pasó, iniciaron su particular investigación. Y las conclusiones sorprenden o, al menos, alertan.

En el accidente no se activó la radiobaliza. El Le Cistude emitió un socorro al que ningún buque dio respuesta. El SOS fue recibido en las costeras a las 5:36 de la madrugada, seis horas después de producirse la colisión entre los barcos. La llamada selectiva digital no identificó al pesquero en peligro. Se recibió un socorro de un barco anónimo, desconocido en las bases de datos del nuevo sistema mundial de socorro. Si alguna embarcación recibió la supuesta señal de peligro, ¿por qué no contestó? ¿quizás tenía las frecuencias de escucha apagadas? ¿cómo atendió el hundimiento del Le Cistude el MRCC de Corsen, centro de salvamento francés? Tras la investigación para esclarecer el naufragio, las dudas sobre la seguridad y los fallos en la comunicación marítima aumentan.

Y este accidente es un ejemplo más. Algo parecido ocurrió el 14 de febrero de 2000 cuando el Zafir y el Expresso di Catania chocaron en aguas italianas. A los dos días del abordaje todavía no se sabía el punto exacto en el que habían colisionado y el Zafir continuaba en paradero desconocido. Como si de magia se tratase, la radio costera coruñesa sí tenía las coordenadas. ¿Por qué esa falta de comunicación?

hombre a bordo. Al personal de las radios costeras le gustaría que en el seminario sobre la influencia del factor humano en la seguridad marítima que empieza hoy en el Centro de Jovellanos de Gijón se resolvieran todas sus dudas. Los sistemas de gestión de la seguridad a bordo se dirigen actualmente al factor humano, al papel de los profesionales en los buques, cuestión que pone en evidencia que el hombre está presente en la mayoría de los accidentes investigados. Todo ello, a debate esta semana en Asturias.