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Diseñado el primer chip de ADN que detecta «gato por liebre

No más gato por liebre en los alimentos procesados. Una empresa francesa de biotecnología acaba de comercializar un pionero «chip de ADN» dirigido al sector alimentario para que pueda verificar las especies de animales y peces que figuran en la composición cárnica de los productos elaborados para consumo humano o para el ganado. Este «biochip» consiste en una pequeña placa de cristal con diminutos orificios que contienen hasta 88.000 fragmentos de material genético de 33 vertebrados diferentes, desde los mamíferos de consumo más habitual (vaca, cerdos, conejos y ovejas) hasta las aves (pollos o pavos) y peces (bonito, salmón o trucha) más utilizados como alimento. Pero además de esas especies tan comunes en nuestra dieta alimentaria, este «biochip» también contiene ADN de gato, rata, anguila de Monzabique, avestruz e incluso de ser humano, este último como elemento de control, según el fabricante Biomerieux.

Con todas esos fragmentos genéticos, el «biochip» puede identificar rápidamente el origen animal de la carne presente en diferentes productos, desde los patés al relleno de carne de las pastas elaboradas. El diseño de esta nueva herramienta destinada a luchar contra el fraude y garantizar la seguridad alimentaria es obra de los científicos de esa firma francesa, aunque se apoya en la tecnología de la estadounidense Affymetrix, principal proveedora de los «chips de ADN» que utilizan los laboratorios científicos de todo el mundo para estudiar la genética del cáncer y otras enfermedades. El nuevo producto ha sido experimentado con 500 productos alimentarios de consumo humano y animal, aunque a finales de este año está previsto que los Gobiernos de Reino Unido, Francia y Holanda inicien sus propias pruebas para evaluar la eficacia de este «chip de ADN».

«Carnés de identidad»

Actualmente, este tipo de análisis genéticos se realizan en centros públicos o privados de investigación por encargo del sector alimentario. En España, por ejemplo, se hacen desde el año 2000 en el Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria/ Laboratorio del Ebro, con sede en Navarra. Pero si se cumplen las expectativas comerciales de estos «biochips» específicos, la industria alimentaria dispondría de capacidad propia para elaborar sus «carnés de identidad» de todas las especies que entran en la composición de sus productos, una paso importante para garantizar la fiabilidad de los etiquetados. Este pequeña herramienta análitica pretende también responder al reto de la prohibición de las harinas cárnicas en la alimentación del ganado, decretada en la Unión Europea para frenar la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina. De igual manera que puede detectar la presencia de carne en productos elaborados para personas vegeterianas, este sistema halla si hay harinas de carne procedentes de rumiantes en los piensos.

El funcionamiento del «biochip» no es complejo. Para saber si una lata de paté de oca fue elaborado con hígado de esa ave se extrae ADN de una muestra del producto y posteriormente se obtenien múltiples copias con una técnica de uso rutinario en los laboratorios. El material genético se coloca luego sobre el «biochip», que mediante fluorescencia revela si el ADN presente en el paté es de oca.