Respuestas que nadie proporciona

Índice del artículo

  1. Familiares de las víctimas del «Kristal» denunciarán la casa armadora
  2. Respuestas que nadie proporciona

Las familias de los fallecidos en el hundimiento reprochan a la casa armadora que no haya contactado con ellos para dar explicaciones

Pronto se cumplirá un año del naufragio del «Kristal», un siniestro del que queda mucho por conocer. Lo único cierto es que ese aciago día María Dolores Mariño pasó a ser una de las muchas viudas del mar que tiene Galicia, y que Javier Infante pasó del alivio al llanto en el trayecto que une Pontedeume y A Coruña. En otro continente, también rememoran su pérdida los familiares de los paquistaníes desaparecidos en el hundimiento. Todos quieren respuestas. Pero nadie las proporciona. En el aniversario de la tragedia, están dispuestos a llegar hasta el final. Ahora sólo falta que el legalismo no les aboque al hastío y al cansancio.

JAVIER INFANTE, HERMANO DE JUAN CARLOS

Cosas del destino. La madre de Juan Carlos Infante Casás nunca sabía el nombre del barco en el que trabajaba su hijo. Cosas del destino. El sábado 24 de febrero de 2001 habló con él por última vez y le habló del Kristal. Cosas de la fatalidad. El martes 27 oyó en televisión que esa embarcación había partido por la mitad cerca de A Coruña. Una buena noticia. Toda la tripulación estaba a salvo. Es Javier, el hermano del marinero de Pontedeume, quien recuerda ahora lo sucedido.

Cuatro familiares pusieron rumbo a A Coruña. Querían información. Una llamada a Salvamento Marítimo les tranquiliza. Todos están a salvo en los botes. Y no mentían, en aquel momento era cierto. Idas y venidas al hospital, a la Casa del Mar, al hotel. Vuelta al hospital: Javier estaba convencido de que allí estaba su hermano. Pero alguien le ordenó salir: «Supe entonces que algo terrible había sucedido». Un amigo de Juan Carlos se lo confirmó. Fue José Manuel Castiñeiras, otro gallego herido en el naufragio: «Mantuve su mano agarrada. Recurrió a mentiras piadosas, pero él sabía lo que había sucedido. Me confirmó la última imagen de mi hermano agarrado a un cabo de rescate después de volcar el bote de salvamento».

Javier usa la palabra «perdidos» para definir la situación en la que estaban entonces, idéntica a la que sufre hoy su familia. Después de un año, nadie se ha puesto en contacto con él, ni las autoridades gallegas, ni españolas, ni la compañía aseguradora del barco: «Ni siquiera sabemos quién es el armador, sólo que vive en Mónaco».

Sí ha habido conversaciones entre los abogados. Y una filtración de un informe con las deficiencias del barco. Y algo relativo a un defectuoso montaje de la carga, lo que pudo influir en que la embarcación se partiera por la mitad, y a escasos medios de rescate en caso de accidente.

Una respuesta

Mientras habla, con él está José Manuel Ortega, de la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte de UGT, que asiente. Quieren encontrar una respuesta. No buscan dinero. Se ha incrementado la indemnización de 60.000 dólares del contrato, pero están lejos de llegar a un acuerdo. Él habla con serenidad: «Que no vuelva a pasar algo así y, si ocurre, que los familiares reciban información. Que se resuelvan con agilidad los trámites que, aunque no devolverán ya a mi hermano, sí ayudarán a qué sepamos qué ocurrió. Podremos culpar a alguien», concluye.

MARÍA DOLORES MARIÑO, VIUDA DE MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ

A María Dolores Mariño le tiembla la voz de emoción y tristeza cuando habla de su marido, Miguel Ángel Gómez Mariño, mecánico del Kristal, que desapareció aquel fatídico 27 de febrero del 2001. Casi un año después, asegura que ve el futuro tan negro como las prendas que viste desde entonces. No ha superado la pérdida, y una foto suya de hace dos años es testimonio de la mella que el dolor ha hecho en su rostro.

Su marido tuvo que embarcar el día que bautizaron a su tercera hija, Claudia, que tiene ahora 16 meses. Tiene otras dos, de 23 y 34 años, la primera se iba a casar, pero el fatal accidente suspendió sus planes hasta el próximo 4 de mayo. La situación de María Dolores, que vive en casa de su madre, en Esteiro (Cabo de Cruz) no es fácil: «Tuve que dejar de trabajar porque no podía, encima se murió un hermano mío y mi madre está mal; vivimos de mi baja y de lo que cobra mi madre», relata.

Está dolida por la pérdida, pero también por cómo se portó la empresa. Supo de la noticia por la consignataria de Santiago, que contrataba al personal, pero de la compañía, nada: «No tuvimos contacto con nadie, el armador no dijo nada, y sólo este señor -por José Manuel Ortega- vino a interesarse por nosotros. Echo en falta palabras de condolencia por parte de alguien de la compañía, un trato más humano».

María Dolores quiere que siga la investigación para aclarar responsabilidades y saber si hubo culpables. Siente rabia: «Yo sabía que el barco era viejo; Miguel no quería ir pues había navegado en él hacía años y lo conocía. No sé, pero por lo que dijeron los periódicos y los comentarios que había, tampoco había medios de salvamento. Él hizo todo tipo de cursillos, estaba preparado». La viuda, que el jueves recibió el certificado de defunción de su marido, le recuerda como una persona hogareña, siempre pendiente de la familia. Sonríe al hablar del cariño con el que trataba a las hijas mayores, las llamadas para que se portaran bien con su madre...

«Siempre angustiado»
«Días antes de embarcar siempre estaba angustiado, nervioso», recuerda. Y eso que llevaba más de 25 años en la profesión y numerosas penurias: sobrevivió al impacto de un misil en su barco durante la guerra del Golfo, rompió la clavícula en una plataforma petrolífera y sufrió un embarrancamiento. María Dolores dice no saber nada de las indemnizaciones, que le preocupan para sacar adelante a su familia. Pero sobre su futuro es rotunda: «No espero nada».

Fuentes relacionadas con la asistencia y socorro en el mar aplaudieron la decisión de los familiares de las víctimas del Kristal de mantenerse firmes para conocer las causas y establecer responsabilidades. «Sólo profundizando y obligando a los involucrados a adoptar medidas correctoras se puede evitar que se repitan estos casos», señalan. Las mismas fuentes aseguran haberse desmoronado esta semana cuando los familiares de las víctimas del Arosa, hundido frente a las costas de Irlanda a finales del 2000, alcanzaron un pacto que concluyó con la suspensión del juicio. Señalan que, sin estudiar las posibles irregularidades, los fallos cometidos y sin indagar sobre las responsabilidades últimas, nunca se conseguirán sentencias ejemplares que «disuadan a los armadores de mantener el barco en mal estado, a los tripulantes de faenar con aviso de temporal y permitir otras regularidades que puedan acabar en siniestros». El caso del Kristal ha reabierto el debate sobre la escasa fiabilidad y los riesgos de las banderas de conveniencia. En este caso, para llegar hasta el armador, ITF y otros organismos que investigan el caso han tenido que desenmarañar un complejo entramado de sociedades que arrancaba en Mónaco, tenía una filial en Suiza y subcontrataba a compañías de embarque en distintos países.