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Vendée Globe. Dominique Wavre: “Un Himalaya que superar”

Vendée Globe. Dominique Wavre: “Un Himalaya que superar”

Dominique Wavre tomará el próximo sábado 10 de noviembre la salida de su cuarta Vendée Globe, su décima vuelta al mundo. A sus 57 años, el patrón suizo del Mirabaud –que acabó quinto en 2001, cuarto en 2005 y se retiró en 2009- es demasiado respetuoso con la mar y sus riesgos como para adelantar un objetivo concreto. Tranquilo a una semana de la salida de su décima vuelta al mundo en competición.

¿Cómo empezó a navegar?

Fue hace tiempo, tenía unos 14 años. Yo provengo de una familia de deportistas (tenis) y caí en la vela. Pronto hice regatas, después una primera vuelta al mundo, después una segunda, una tercera… Las cosas se fueron encadenando poco a poco. Cambié un poco las disciplinas. Hice bastante vela ligera, hice de entrenador para la Copa América, un poco de multicasco, vueltas al mundo con tripulación, y ahora en solitario. He probado muchas cosas (sonrisa).

¿Cómo se pasa de navegar en el lago Léman a las regatas oceánicas?
Muy rápidamente. En el Léman, es sin embargo relativamente limitado. Uno se siente atraído por el océano muy rápidamente. Empezamos a alquilar barcos en Bretaña con unos amigos, fuimos a una escuela de vela en el golfo de Morbihan. Después, cuando surgió la oportunidad, me fui a una vuelta al mundo. Todo se fue encadenando con bastante naturalidad. Solitaire du Figaro, Tour de Francia a vela… Poco a poco, sin que sea una carrera, casi cada vez consigo encontrar un patrocinador para una nueva regata.

¿Considera que tiene suerte?
¡Me siento verdaderamente un privilegiado!

Será su décima vuelta al mundo…
Sí, décima salida, pero hubo dos que no acabé: la Barcelona World Race (2010-2011) al romper el mástil, y la Vendée Globe (2008-2009) al romper la quilla.

¿Siempre es agradable zarpar?
Sí, sí. Si tuviera miedo haría algo distinto.

¿Cómo nació el patrocinio con Mirabaud?
Hay pocos patrocinadores en la vela oceánica en Suiza. Mirabaud ya estaba implicado en el Bol d’Or y algunas operaciones en el Léman. Durante un año, yo sabía que ellos podían hacer algo, y ellos se preguntaban si su estrategia los llevaba hacia el mar. El debate hizo que fueran tres años. Yo no quería un patrocinio para una sola regata, pues de lo contrario uno se pasa la vida buscando patrocinador. Quería algo que durara. Y Mirabaud había hecho la misma reflexión.

¿Les habló inmediatamente de la Vendée Globe?
De entrada. En la negociación se trataba de la Barcelona World Race, la Transat Jacques Vabre y la Vendée Globe.

¿Cuál es su objetivo en su cuarta Vendée Globe?
La Vendée Globe nunca escribe el mismo libreto. Nunca se consigue anticipar lo que pasará. Es el aspecto apasionante de esa aventura. Cada vez que se ha intentado hacer un pronóstico, se ha errado. No se pueden imaginar los naufragios, las desgracias de la mar... Los libretos son cada vez más improbables y creo que volverá a pasar lo mismo. No me pongo exigencias concretas. Hay que acabar la Vendée Globe, en tan buenas condiciones como sea posible, dejando un máximo de ‘jovenzuelos’ detrás de mi estela.

¿Es posible un triunfo en 76 días?
Todo el mundo se ha apuntado esa fecha del 25 de enero (risas). Pero 76 días, con todas esas puertas, es un poco ambicioso. Esas puertas nos obligan a entrar en anticiclones, en situaciones meteorológicas que no controlamos. Sabemos que allí perderemos tiempo.

¿Está impaciente por irse?
Sí, porque las preparaciones son largas. Al menos hace un año que todos tenemos eso en el punto de mira. Nos entrenamos para eso. Las tres últimas semanas en Les Sables d’Olonne serán un poco trepidantes, estaremos muy solicitados. En el momento de la salida será un poco una liberación. Es un poco como los estudiantes, que están contentos cuando se acaban los exámenes. Para nosotros no serán las vacaciones, pero entraremos de lleno en la pasión, y es para eso para lo que nos preparamos.

“En 2009, un estado de náufrago durante 15 días”

¿Qué hará los últimos días antes de la regata?
Preparación de la meteorología, un poco de descanso, comprobar que a bordo todo está en su sitio, responder a entrevistas, aislarme un poco con Michèle (N. de la R.: Paret, su compañera) y el pequeño círculo de los míos. Aprovecharemos los últimos momentos.

¿Sus tres experiencias en la Vendée Globe le servirán en esta edición?
Seguro que sirven, te da cierta tranquilidad. Te dices que ya has vivido muchas situaciones, ya has roto el mástil, roto quillas, vivido temporales… Por fuerza tienes un poco menos de estrés.

Dominique Wavre - Mirabaud© Thierry Martinez / Sea and Co¿Cuál es su mejor recuerdo en el mar?
Las llegadas de la Vendée Globe. Volver al cabo de tres meses, reencontrarte con los tuyos, el sentimiento del trabajo bien hecho, porque acabé quinto y cuarto. Estaba extremadamente feliz. Es absolutamente genial. En el momento de la salida uno intenta meterse en una pequeña burbuja para protegerse de la emotividad de todos los que te vienen a despedir. En cambio cuando vuelves, ya no tienes ninguna protección, lo sueltas todo. Se recibe la amistad, el afecto de todos los que son felices de volverte a ver. Es magnífico.

¿Y el peor recuerdo?
Cuando rompí la quilla, en la última edición. Fue un poco antes de la mitad, al sur de las Kerguelen, una zona fea. Fue brutal, estuve a punto de volcar. Humanamente fue realmente una situación límite. Hubiera podido dejar la piel. Fue un golpe duro, inesperado, porque una quilla no tiene que romperse. Después intenté llevar el barco a las Kerguelen para reparar y volver a salir, pero la quilla se volvió a romper, y fui a Australia con la quilla medio rota. Fue estresante, delicado. Fue un estado de náufrago durante unos quince días.

¿Cómo se pasan la Navidad y el Año Nuevo en la mar?
Son días un poco especiales. Automáticamente, te vuelve un aspecto un poco familiar, y no hay que dejarse llevar, porque al mar y al barco tanto les da que sea Navidad o Año Nuevo. Intentamos festejarlo, simbólicamente, un día un poco tranquilo, incluso si es el 28. Eliges tu momento para abrir los regalos y pensar en la familia, llamar por teléfono a tierra. La última vez, tenía una pequeña botella reservada, no sé. Hay que tener en cuenta que un poquito de alcohol perturba mucho el ritmo de sueño.

¿Qué teme más en la Vendée Globe?
El infortunio de mar. Una rotura brutal, una colisión, una avería inesperada. Pero los riesgos no son tantos, tampoco hay que exagerar. Los hay, pero no son tantos más que en la vida de terrícola.

¿La soledad no le da miedo?
En absoluto. Es una soledad falsa. Te siguen, te rodean. Hay miles de mensajes en la web de la Vendée Globe. Cada mañana la gente mira dónde estás y qué te pasa. Te sientes de todo menos solo. Excepto quizás cuando tienes que hacer una maniobra muy dura, cuando hay que subir al mástil o ir a la quilla. Pero no es la soledad tal como se entiende.

¿Tiene alguna superstición especial?
Respeto la tradición marinera. No hablo de la bestia de orejas largas, y no prefiero zarpar un viernes…

¿Qué son para usted los océanos Australes?
Son océanos sin freno, donde hay un soplo gigantesco, donde la meteorología es muy abrupta, el cielo es extraordinario, donde no hay la más mínima contaminación. No hay aviones, ni barcos. Son los únicos desiertos de verdad que quedan en nuestro globo. Entras casi en otro planeta.

¿Hay algún lugar que tema especialmente?
No. Excepto ser llevado por una de esas puertas a un maelstrom meteorológico, como colas de ciclón cerca de Tasmania…

¿El cabo de Hornos sigue siendo un sitio especial?
¡Ah, sí! Es entonces cuando el nudo que tienes en la boca del estómago en los Cuarenta Rugientes se deshace un poco. Lo más duro está hecho, incluso si es un poco una falsa impresión, porque el barco está cansado y hay que llevarlo hasta el final.

¿Ha tenido encuentros insólitos con animales?
¡Claro! Adoro los albatros, es magnífico verlos volar. De vez en cuando ves ballenas, pero por desgracia hay que apartarse, porque no son conscientes de que nos echamos encima, y puede haber alguna rotura. Y los delfines siguen siendo igual de agradables.

¿Está preparado, desde el punto de vista meteorológico?
La meteorología siempre me ha apasionado. Se ha convertido en una ciencia con predicciones muy fiables. Es muy interesante ver cómo evolucionan las cosas. Antes prácticamente no teníamos meteorología por satélite. ¡En mis primeras vueltas al mundo comprobábamos nuestra situación con el sextante!

¿Cuánto tiempo pasa cada día analizando la meteorología?
Entre dos y tres horas al día.

¿Tiene pasatiempos a bordo?
No. Embarcaré un libro, seguro, pero pasará lo mismo que la última vez: leeré veinte veces la misma página, nunca la recordaré, me dormiré. La lectura puede servir para cambiar la mente cuando tienes un pequeño problema técnico, por ejemplo. Te ayuda a dormir.

¿Escuchará música?
Cuando el barco hace mucho ruido, va muy rápido, ayuda.

¿Cuántas comidas hace al día?
Intento hacer tres comidas importantes, y comer barritas energéticas, complementos alimentarios. Está todo preparado semana a semana. No comes lo mismo en los trópicos que en el Gran Sur. Puede haber una relación de uno a dos. Evidentemente, mucha pasta y también un poco de arroz.

¿Y el agua?
Tenemos la desalinizadora. Con esta agua hago mousses de chocolate, café...

¿Cómo se las apaña con los residuos?
Lo pongo en cubos detrás, lo almacenas. Lo sacas a la llegada. No pesa mucho y tampoco ocupa mucho espacio.

¿Cuánta ropa se lleva?
20 o 30 kilos, pero lo que pesa son las botas. Me llevaré tres pares. Los trajes de agua también son relativamente pesados. El resto son polares, el mismo equipo que usan los montañeros. Transpiran mucho y son cálidos. Los materiales que transpiran han cambiado la manera de vestirnos. Los barcos también están más protegidos y son menos mojados que hace cuatro u ocho años.

¿Cómo se lava?
Con toallitas de bebé. Cuando hace calor, te puedes echar un cubo de agua en popa (risas).

¿Se prepara especialmente para la gestión del sueño?
No. Si en tierra intento coger el ritmo del mar, es artificial y muy cansado. No sirve para nada salir cansado. En cuanto estás en el mar coges rápidamente el ritmo. Es un poco como un montañés, que es capaz de hacer un vivac a 5.000 metros de altura y dormir únicamente cuatro horas. No se irá a hacer lo mismo en su balcón en pleno invierno para divertirse… Me duermo en cualquier sitio y bastante fácilmente. Es una ventaja. Y no me mareo, segunda ventaja (risas).

¿Cuánto tiempo ha llegado a estar sin dormir?
Tres-cuatro días, durante una Solitaire du Figaro. Tuve alucinaciones, veía gatos, vacas… Significa que entras en una especie de zona roja en la que el cerebro empieza a caer en barrena. Vale más encontrar la manera de recuperarse. El objetivo en una Vendée Globe es no llegar nunca a esta fase de alucinaciones.

¿Cómo mantendrá el contacto con los suyos?
Con Michèle, al menos dos veces al día. Además, habrá las conexiones, las preguntas de los periodistas. Es importante explicarse durante la regata. También es uno de los motivos por los que zarpamos.

¿Se mantendrá al corriente de la actualidad?
Muy poco. Michèle y el equipo de tierra elegirán las cuestiones importantes y me mandarán lo que me pueda interesar. Si hay un tsunami, me lo dirán…

Parece que habrá el fin del mundo el 21 de diciembre…
No me da ni frío ni calor.

¿Qué piensa del monotipismo?
Será indispensable. Es la inserción de la clase en el mundo económico actual. Tenemos que tomar decisiones económicas importantes, y una bajada de los costes del 30% es indispensable para encontrar nuevos patrocinadores en el futuro.

¿Ya piensa en el post-Vendée Globe?
Me prohíbo pensar en ello. Perturbaría mi preparación. Hay un Himalaya que superar, aún no miraré al otro lado.